viernes, 4 de septiembre de 2009

Historia de mi afición

Cuando alguien tiene una afición, siempre espera, o al menos anhela, que algún día alguien pueda apreciar y reconocer el tiempo dedicado, los buenos y malos momentos, tu trabajo, en definitiva los frutos de esa afición.

Y ese es lo que comienza a ocurrirme. Desde que era un niño de pañales siempre me han gustado los trenes. Uno de mis primeros recuerdos ferroviarios en un viaje a Francia en tren y el cambio de tren en Port Bou, o el paso del trenet, tren de vía estrecha que circuló hasta los primeros años 90 por la ciudad de Valencia y que fue sustituido por el tranvía, o cuando mi queridos padres me llevaban a rehabilitación al hospital del Mar, o cuando nos íbamos a Gandia a ver a unos familiares y entrábamos en la maravillosa estación del Norte de Valencia, , o cuando iba a la playa o a casa de mis tías en la Malvarrosa y cuando nos acercábamos al paso a nivel de la estación del Cabañal o de la Avda. del Puerto, cruzaba lo dedos para que bajaran las barreras y pasara un tren, y eso que podía representar estar como mínimo 10 minutos esperando a que volvieran a subir, …

También pasaba horas al lado de la vía cuando bajaba al descampado que existía tras la calle de mis tías a esperar ver pasar los trenes, o cuando salía ya de fiesta, eso si ya un poco más mayor, y regresaba de la zona de marcha de la playa hacia casa, y tenia que cruzar inexorablemente las vías. Esas noches casi siempre pillaba enormes y largos trenes de mercancías, sobre todo la madrugada del viernes al sábado. O cuando me pelaba las clases del instituto y me acercaba a la estación del Cabañal. Nunca se me olvidará una mañana de un frío invierno del año 1986, cuando fuimos a dicha estación y encontramos en un descampado un enorme charco congelado y nos pusimos a patinar. Pero la mayor alegría fue cuando entró en la playa de vías un mercante procedente del norte de España con los vagones llenos de nieve. La batalla de bolas fue apoteósica, de las que hacen época, y disfrutamos como nunca. Fue una mañana memorable, y todo gracias a un vetusto tren de mercancías de vagones de madera.

Luego, llegó mi época universitaria, y aunque el tren seguía dentro de mis venas, lo dejé algo de lado. Ya se sabe, nuevas amistades, la primera novia, juergas, ah y estudiar.

Ahora, ya entrado en la cuarentena, y desde hace unos años recuperada la afición de una manera más que palpable, siempre que tengo un poco de tiempo libre, salgo a ver trenes y captarlos con mi cámara olympus, y desde hace un año a expresarme en este blog contando mis aventuras treneras. Y como decía al principio toda afición aspira a ser reconocida de alguna manera. En mi caso el reconocimiento ha sido la solicitud de unas de mis fotografías para ser publicada en un artículo de la revista Itransporte.

Curiosamente una fotografía a un cercanías, a pesar de ser uno de los trenes que menos me llama la atención por lo asiduo de su paso. Pero en este caso la fotografía fue tomada un par de meses antes de que desviaran el tren por la nueva variante de Manuel- l´Enova. Está tomada en la curva que da acceso a la antigua estación y a ras de vía. En fín, como dice el refrán, nunca se sabe cuando salta la liebre. Eso si, os puedo asegurar que mi satisfacción es tan grande como si me hubieran concedido un premio Nobel.

Gracias a todos, pero sobre todo a mis padres y a Amparo.