Con esa frase podría resumir la última parte de la tarde trenera de ayer. Tras intentar captar dos mercantes, uno procedente de Silla y el otro de la factoría Ford en las cercanías de Sagunto y estar dos horas esperándoles de plantón, decidí cambiar de aires.
Hace unas semanas, y en compañía de mi gran amiga Noelia, estuvimos recorriendo parte de la vía verde de Ojos Negros. Para quien no la conozca vale la pena recorrerla, bien a pié o a bicicleta, pues atraviesa una zona de una belleza natural extraordinaria. En aquella ocasión me quedé a la altura del pantano del Regajo, vislumbrando en el otro extremo un puente ferroviario de obra, que me plantee fotografiar.
Para ello eché mano de san Google Earth, herramienta que te permite descubrir las vías de acceso a aquellos lugares que quieres visitar. Al menos, es una de las cosas positivas que yo le veo (aparte de ser una manera de “espiar” y visitar todo tipo de instalaciones portuarias y aeroportuarias, tanto civiles como militares).
Así que tras dos horas largas de espera a mis dos mercantes, decidí coger carretera y recorrer los 35 km que separan Sagunto de Jérica. Como recordaba que tenía que coger un camino de piedras junto a una instalación agropecuaria justo antes de una curva (para algo tengo buena memoria visual), cuando la vi, me desvié. En un primer momento no estaba tan mal el camino. Pero era eso, solo en un primer momento. Luego, el pobre coche tuvo que sufrir unos baches y agujeros, que ríete del cañón del Colorado.
Pero al cabo de un par de minutos vislumbré lo que parecía un puente sobre una lámina de agua. Pero este no era, pues tenía solo dos arcos y el que yo buscaba tenía muchos más. Así que tras preguntar a un pescador que estaba en la ribera de esa prolongación del pantano, continué el camino, hasta llegar a una zona de barbacoa. Y allí estaba el puente que buscaba. Con nueve ojos, siendo el segundo del lado este más amplio que los demás, es de una gran belleza, la cual se remarca y refuerza por el ambiente que lo envuelve. Si no lo conocéis, merece la pena visitar ese paraje, el cual está habilitado para poder pasar un día en compañía de la familia o los amigos.
Como llegué sobre las 18.45, tenía algo más de una hora para preparar la foto. Así que saqué el trípode, lo emplace en la posición más adecuada, para evitar sombras, calibré la cámara, puse el cable disparador, para impedir que la presión de mi dedo sobre el disparador la moviera, limpié la lente polarizadota, y como casi siempre, esperé. En este caso, la espera fue muy relajada, disfrutando del trino de los pájaros, el croar de las ranas y el ruido de las hojas mecidas por la brisa. En fin, solo faltaba Amparo …
Conforme iba bajando el sol, el reflejo del puente en las aguas se iba haciendo cada vez más visible, lo cual aumentaba más la belleza del puente, pues el efecto geométrico convertía el medio arco de los ojos, en una circunferencia.
De repente, comencé a escuchar el sonido que esperaba desde hacia una hora. Hice una rápida comprobación del balance de blancos e intensidad de luz, y al paso del TRD, disparé, obteniendo el resultado que veis. Creo que es una de mis mejores fotos ferroviarias, aunque para mi todas tienen su mérito.
1 comentario:
Tu gran amiga te saluda, eres el mejor (en todos los sentidos). Muchos besos y sigue haciendo esas maravillosas fotos. No cambies nunca.
Noelia
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