En mi último viaje, me escapé a Barcelona. 4 días increíbles, pues iba con la mujer a la que amo. Intentamos ver todo lo posible de esa ciudad a orillas del Mediterráneo y que tanto tiene en común con mi ciudad. Un magnífico puerto, un precioso barrio antiguo, excelentes edificios religiosos y civiles de estilo modernista y una soberbia estación de ferrocarril.
La estación de Francia, con sus 12 vías y su forma curva ha perdido gran parte de su tráfico, centrándose en la actualidad en servicios regionales, pero a pesar de su quietud ferroviaria, sigue teniendo un gran encanto.
La estación de Francia, con sus 12 vías y su forma curva ha perdido gran parte de su tráfico, centrándose en la actualidad en servicios regionales, pero a pesar de su quietud ferroviaria, sigue teniendo un gran encanto.
Encanto que se refleja en su doble marquesina, algo dejada y abandonada pues muchos de sus cristales han desaparecido, en su forma curvilínea, en su claridad y por el olor a mar que el viento transporta.
Una de las cosas que más me llamó la atención, fueron sus topes hidráulicos, con sus remates en color encarnado, y fabricados en Ipswich, Inglaterra. Son magníficos y están muy bien conservados. No he visto topes similares en otras estaciones, de ahí que los captara para poder admirarlos en mi casa.
Esperemos que este espacio ferroviario no vaya perdiendo su esplendor y se convierta en un mero recuerdo, como si ha ocurrido en mi ciudad con la estación de Aragón o la estación de FEVE del puerto.